Habría que aprender a renunciar, a perder la esperanza en los perdidos, a dejar pasar la luz cuando nos encandila el sol.
Habría que aprender a huir, de los ríos con furia y las borrascas anunciadas, a correr mientras se pueda salvar algo.
Habría que aprender a comer de lo que nos alimenta las ideas y nos revuelve los conceptos, a engullir todo lo que a su paso nos deje plenos.
Habría que aprender a desaprender del miedo, a olvidar esos instantes de petrificación donde no se modula palabra y el tren se va.
Habría que aprender a no olvidar las palabras dichas, a no usar las infinitas letras para pronunciar promesas que jamás habrán de cumplirse.
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