Estoy en la mitad de la incertidumbre,
el miedo me corrompe, me perturba, me atrapa,
me acaricia desagradablemente.
Le temo más a tu reacción que a la mía,
porque la mía al menos la he ensayado frente al espejo,
le temo al desencuentro de los días, a la mirada esquiva,
a los monosílabos de tus manos.
Se que te atacan el pavor y el espanto,
traen inmerso el desolado traje de la distantes frases que ya no pronuncias,
de las simples imágenes que me dibujas como premio de consolación a la larga espera.
Lo medito y no te entiendo,
quizás son las verdades que no me dices,
si, si han de ser ellas,
se escaparon de tu alma y vienen atormentar mi fracturada existencia.
No hay noche eterna,
despierta amor, despierta
afuera es de día y el rocio que todo lo refresca nos espera.
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