domingo, 16 de marzo de 2008

A la entrada o a la salida

A lo largo de mis casi treinta he escuchado muchas veces aquella frase que dice “Colombiano que no la hace a la entrada, la hace a la salida”, y para ser sincera en los últimos cinco creo que sólo un par de veces de las cuales recuerdo una muy clara de mi ex jefa en la agencia de publicidad donde trabajaba. Hoy con suprema vergüenza la he vuelto a escuchar de otra venezolana, y tengo que decir que nunca me sentí tan indignada y enfadada como lo estoy en este momento, sobre todo porque la ví expuesta y difundida en un medio de comunicación venezolano, debo aclarar que lo han hecho a manera de crítica, pero eso no me consuela, definitivamente estoy cabreada, o para decirlo en perfecto maracucho, estoy ¡Arrecha!.
Soy hija de un colombiano que tiene cincuenta años viviendo en Venezuela, mi cuna, el país que me vio nacer y en el cual crecí con profundo orgullo, y qué con eso?, pues… que por ley, naturaleza, o lo que sea, soy colombo-venezolana, aunque con una tímida sonrisa recuerdo que de niña y no tan niña, con firme convicción solía decirle a mi padre “yo de colombiana sólo tengo una gotita de sangre”, definitivamente rechazaba la idea de ser parte del pueblo neogranadino, creo que me vendieron a Colombia como una cosa terrible, o quizás fue porque mi adolescencia coincidió con el auge de la guerrilla y los capos de la droga.
La vida definitivamente es muy rara, y como dicen por allí da muchas vueltas, tantas que hoy en día Colombia se ha convertido en mi casa, en mi hogar, que cosas no? bien reza el dicho popular “el que escupe pa’ arriba le cae la saliva”. Hace un año que vivo en Bogotá y, aunque soy de las que piensa que, tu casa es tu casa y fuera de ella siempre eres un extranjero, debo reconocer que acá me he sentido abrazada por el afecto de la gente que he conocido, no digo que haya sido fácil, pero más allá de las frías calles de la ciudad y los remilgos rolos a los que ya me he acostumbrado, puedo afirmar ¡me siento como en casa!, claro guardando las distancias que bien existen entre Bogotá y Maracaibo.
Yo me pregunto, ¿conoces a un colombiano? Y no lo digo por mi padre, por quien tengo una admiración especial, alguien me dijo hace poco que es medio “Edipo” mi amor hacia el, pero, más allá de ese sentimiento están: mi amigo Sinar Alvarado que habiendo nacido en Colombia es más maracucho que la gaita y es un brillante y prominente periodista y escritor, Marina la esposa de mi tío Humberto que ha sido una abnegada trabajadora y excelente madre, Angelita de Graterol, una mujer entregada a su familia y encausada en las obras sociales entre ellas las mujeres de la Cárcel de Sabaneta, El Sr. Contreras, quien fue un hombre de empresas que prefirió invertir y trabajar en Venezuela dándole a sus hijos un futuro mejor y que ¡buen futuro!, y así una larga lista de personas que se dieron la oportunidad de adoptar la nacionalidad venezolana de corazón, a todos ellos les mantendré mi afecto y respeto por ser personas que de entrada y salida han sabido ser buenos venezolanos.
No se de donde salió esa frase tan chocante y que por obvias razones no quiero repetir, lo que si tengo muy claro es el poco fundamento que tiene. Seamos sensatos, en todas partes del mundo hay gente buena y mala, todo depende de los ojos con los que se mire, por lo que discriminar o generalizar no son buenas prácticas; en todo caso, que tengo yo cómo venezolano que me hace mejor que un colombiano o un peruano, o un africano, la verdad no lo sé, en todo caso no creo que haya respuesta.
Desde que estoy de este lado de la frontera he entendido muchas cosas de las que afectan a este país; luego de digerirlas día tras día por un año creo que hasta me he ganado el derecho de hablar con propiedad de ellas, sin embargo eso no es lo que me ataja en este momento, me mueve ese sentimiento de hermandad o pertenencia que tal vez me embarga, el agradecimiento a un país que me tendió la mano, he me ha dado cobijo y que entre su gente me ha demostrado que donde quiera que se vaya hay que estar orgulloso de la patria, defenderla con el alma porque es el arma más poderosa con la que se cuenta y a estar seguro que el haber nacido de este lado de la raya no me hace mejor que nadie, pero tampoco me hace peor.
Luego de los marabinos, no conozco gente más regionalista que la colombiana, vanidosa de su esencia y presuntuosa de sus tradiciones, gente que no ha vendido su naturaleza latinoamericana, ni sus raíces indígenas o negras, que no se ha doblegado ante la adversidad y que ante todo se siente grande al decir nací en Colombia, y si para tener ese sentimiento por la patria o ese amor por la tierra hay que hacerse colombiano, bendito sea el día en que mi padre cruzo la frontera y me regaló por naturaleza y por herencia la oportunidad de decir que también ¡soy una hermana colombiana!.

Esto lo escribí pensando en, Eric Reyes, Ledy Aranguren, Arley Florez, Diana Maloof, Mauricio Ceballos, Andrés Londoño, Sandra Botero, Alba Ibarra, Juan Carlos Botero, Rina Rebollo, Germán Ortegón, Jaime Angel, Don Ivan, Doña Flor, Oscar Guerrero, María Marta, Robin Rada, y otros tantos que con su afecto, solidaridad, y autenticidad, me han mostrado una patria enorme y sincera de la cual también estar orgullosa.

4 comentarios:

Anónimo dijo...

Las personas como usted son las que nos recuerdan que se debe estar orgulloso de la tierra en la que se nace.

Anónimo dijo...

Colombia es un país dotado de muchas cosas buenas como sus paisajes, su folclor pero ante todo su gente luchadora y perseverante que a pesar de los problemas quiere, ama y cree en su tierra. QUE VIVA COLOMBIA.

Anónimo dijo...

te felicito d pana no tengo palabras con q describir lo q senti leyendo esa fraces q no conci de tu personalidad... eso hay q aplicarlo a todo el mundo ya q dios nos dio ese don de vivir en est planeta llamado tierra, para q lo hagamos nuetro hogar sin diferencia de credo, religion, o color.. cuidate un beso

Anónimo dijo...

por cierto el q no lo hace a la entrada lo hace a la salida.. q arroje la primera piedra....