Hoy que todos están en medio del
mar de corazones, flores, chocolates y
enormes e inservibles peluches, pensé que debía hacer una reflexión, consiente,
clara y lejos de las pasiones que el “amor” nos provoca.
Es verdad, sentirse enamorado es
una delicia, un pequeño
infierno de diversión donde aceptas desde los dolores de estómago que producen las
mariposas que es básicamente un pequeño
estado de ansiedad, hasta las más ridículas declaraciones, y yo no tengo nada
contra ellas, me encanta lo ridículo; en
todo caso, creo que estamos un poco confundidos, una cosa es sentirse enamorado
y otra estar enamorado, una tiene que
ver con el hacer y la otra con el ser, la acción y la identidad traspapeladas
una vez más.
Hace un par de días me tropecé
con la charla de un coach que explicaba muy bien este tema usando un episodio
de la historia ampliamente conocido, la tentaciones Jesús en el desierto, y no me quiero poner religiosa, nada más
lejos de esa instancia, solo lo que el ejemplo es sencillamente perfecto, me
explico, la narración bíblica dice que Satanás le hizo unas propuestas al
Señor, le dijo que si “convertía las piedras en pan”, que si “se lanzaba desde
lo alto” y, que si “le adoraba”, le daría o recibiría algo a cambio, pues yo
estoy convencida que Satanás NO dudaba
sobre quien “era” Jesús o sobre lo que
podía “hacer”, justo por eso lo quería empujar a hacerlo, y Él, Jesús, tampoco dudó sobre ambas cosas, porque nunca le
respondió “No puedo”; a este punto se preguntarán ¿qué tiene que
ver eso con el amor?, pues todo.
Cuando las personas nos
enamoramos entramos en un proceso de descubrimiento, empezamos a
reconocernos y sin lugar a duda a
darnos, y es en ese punto donde me voy a detener en primer lugar. Darse en una
acción que va marcada por lo que podemos “hacer” por el otro o para el otro, y no está mal, sólo que erradamente en muchos
casos es lo que gobierna nuestras relaciones, así de lapidario, pasamos
nuestras experiencias amorosas valorando al otro por lo que pueden hacer por
nosotros o podemos hacer por el, que si vino a buscarme, si le compré, si dejó de hacer esto o lo otro, que si tengo
que ir a tal o cual lugar, entre cientos de cosas, porque si no lo hago el o
ella van a pensar que no lo amo, o no me
ama, no sería mejor preguntarse ¿Por qué tengo que demostrar para que me crean?, cuando veo a la gente preocupada porque en días como hoy "tienen", que enviar esquelas, dulces o hacer algo especial para exhibir y manifestar su afecto siento que estamos perdiendo las perspectivas; ven porque si tiene que ver la historia de Jesús y el pata e’ cabra con esto,
Jesús no tuvo que demostrar quien el era, le presionaron en el hacer, si, pero no se sometió a las exigencias modeladas de su interlocutor.
En un segundo lugar quisiera
reflexionar sobre el ser un enamorado, serlo te da identidad, y las personas con una identidad clara se
reconocen a distancia, le brotan actitudes, comportamientos y acciones llenos de verosimilitud, y no
por obligación o peor aún por enajenación; en definitiva no hay una despersonalización del ser.
Conozco decenas de relaciones incluso
alguna mía, en la que el hacer a decantado en fracaso, porque alguno de la relación, si no ambos pierden su verdad, autenticidad y esencia por el otro, no me malinterpreten, no digo que si
a su amado le gusta que usted cocine alguna tipo de receta, arepas por ejemplo, usted no las haga, pero hágalas porque es una decisión legítima, sin refunfuños, sin nostalgia de cuando no
lo hacía, de seguro le quedarán más
sabrosas, sea un auténtico
enamorado, disfrute ese espacio, pero no se obligue a hacer cosas que le hacen
perder su consonancia con la vida, respete al otro, si, pero por encima de cualquier exigencia respete su propio carácter,
porque sino despertará un día amargado extrañándose. Si lo suyo no es celebrar
el día de los enamorados el 14 de febrero hágalo saber, quien se ha enamorado
de usted lo entenderá, porque cuando se ama hasta lo que no nos gusta del otro
es llevadero, no es que no tenga detalles especiales, sólo no los fuerce porque lo obligado se
nota, y mucho.
Hace algunos años, cuando era una
adolescente estaba perdidamente enamorada de alguien y aunque soy de las que
recuerda todas las fechas y momentos especiales, un día descubrí que mi dulce
tormento se la pasaba enfermo de gripe y no se cuidaba, entonces tomé la
decisión de ir a una farmacia y comprar un canasto impensable de vitamina C y
antigripales, me dirigí a su casa toqué el timbre y al verle dije: “solo vine a dejarte esto porque no quiero escuchar que estas
nuevamente agripado y deseo que estés bien”, luego me fui, yo no se si el
recuerde ese pequeño episodio pero para mi ha sido uno de esos actos desobligados de
ser una enamorada, y no me pidió que lo hiciera y yo, no esperaba
que el me amara más por haberlo hecho, y cuando lo pienso mi único interés en ese momento era el bienestar de ese chico. Hoy, reconozco ese insignificante evento como un acto de verdadero amor, gobernado por el ser, no por el hacer.
El amor se basa en el respeto, el compromiso y la admiración, en una decisión, entréguese
con todo, con lo bueno, lo malo, no se engañe ni engañe a su compañero
mostrándole algo que usted no es, porque como dice el refrán popular, las
mentiras tienen las patas cortas y siempre terminan mal, siéntase enamorado,
pero por sobre todo sea uno y si hoy quiere regalar un peluche inservible hágalo,
pero con la convicción de que es un acto de amor no de obligación.
Para quienes lo celebren, feliz día del amor.