lunes, 8 de abril de 2013

#YoSoyVenezolana



La semana  pasada recibí  una oferta laboral nueva, que posiblemente mejore mi calidad de vida, me alegré y agradecí a Dios por ello, sin embargo, la noche siguiente la alegría se me convirtió en reflexión y luego en llanto, un nutrido grupo de artistas me recordaron que #YoSoyVenezolana y la oferta que estaba recibiendo  había llegado  porque estaba en otro país, si,  llevo viviendo 6 años en otro país, a veces olvido que no estoy en casa.

En estos años he estado profundamente agradecida con Colombia, si, con ese vecino que cuando era niña nadie quería, el que todos mirábamos  con desdén y vergüenza,  ese país al que la guerra le ha costado sangre y dolor, pero que con la voluntad política de muchos ha logrado encaminarse y darle a sus ciudadanos un mejor  país para vivir, pero ese no es el tema que me atañe, el tema no es Colombia, el tema es Venezuela, por eso les quiero compartir algo de mi vida.

- Yo lo que quiero es zapatear -   le dije a mi mamá cuando regresábamos frustradamente de una prueba p ara ingresar a estudiar gimnasia artística, yo tenía unos cinco años, y es que cuando tienes esa edad  eso se traduce  en quiero bailar joropo,  en aquella época el flamenco no estaba de moda, así pues mis papás que me inscribieron en la Escuela de Danzas Yolanda Moreno. Pasaron once años, y en medio de mi admiración por Yolanda y su hermana Patricia, me gradué de bailarina de danza nacionalista en el otrora Sistema Nacional de Danzas,  es por eso que  ahora entiendo porque cuando estoy nostálgica de este lado de la frontera pongo a todo volumen un par de calipsos, un zangueo, una gaita negra o un joropo,  y  como dicen en mi tierra, cojo mínimo.

Pasó algún tiempo, crecí, me gradué de periodista y en el 2001 cuando ejercía en mi primer trabajo, entre disturbios y una larga jornada electoral  universitaria conocí al que fuera elegido ese día como presidente de la Federación de Centros de Estudiantes de la Universidad de los Andes en Mérida,  Tareck El Aissami, el actual Gobernador del estado Aragua, pero también conocí el peligro del ejercicio del periodismo, viví el miedo, sentí  balas atravesar patios y salones,  ese miedo algo cambió en mí, y por destino o desatino años después me dediqué a la publicidad, profesión que he ejercido hasta hoy.
En el año 2007 llegué a Colombia con la excusa de haber obtenido una beca para Especializarme en Gerencia de Mercadeo, buscaba un respiro a la situación en política que ya era palpante y evidente en Venezuela,  pensé que en 18 meses regresaría, pero antes del año en Venezuela ya habían cerrado RCTV, la cosa se estaba poniendo dura así que  decidí quedarme, explorar opciones y encontrar oportunidades, las hallé, y mi vida cambió, me convertí en inmigrante; y me llené de ausencias, el inasistente se hizo constante,  empecé a perderme la navidad con la familia, el cumpleaños con los amigos, la muerte  mi abuela, el nacimiento de mis sobrinos, la boda de los compañeros de siempre, en fin, empecé a perder mi vida en Venezuela, y eso no es chévere. 
De este lado de la frontera me reencontre con una de mis pasiones, la fotografía, volví a la universidad me compré una cámara y empecé a disparar, para algunos tengo talento, para otros no, pero ciertamente algunos locos me ha dado la oportunidad de exponer mis fotos y curiosamente la primera vez que lo hice  también fue en el extrajero, pero representando a Colombia, yo,  una venezolana era la cuota colombiana en esa colectiva en Europa,  y eso dolió, insisto, no es chévere. 
Luego de manejar varias marcas en Colombia, me entregaron el reto de sacar del anonimato la marca de la empresa Oficial de Correos de Colombia, y lo hice, con mi equipo pusimos a sonar a 4-72,  en los últimos dos años le enseñe a un país que su empresa entregaba lo mejor de sus sueños y sus proyectos, que estaba “entregando lo mejor de los colombianos”, y ese a hasta la fecha, ha sido mi logro profesional más importante, del que estoy muy orgullosa, luego de esto empecé a sentir que había encontrado mi lugar en Colombia,  a este punto y por fin algo me pareció chévere.
Hace un par de días recibí una llamada, me estaban ofreciendo manejar la campaña publicitaria de turismo del país,  que honor tan grande,  un gran proyecto que estaría feliz de sacar adelante,  pero por la noche me senté a través del Internet, como nos toca a los emigrantes, y vi repetición del acto que protagonizaron un nutrido grupo artistas venezolanos en apoyo a Henrique Capriles, y la alegría se me convirtió en llanto, y mientras los escuchaba y se me escurrían las lágrimas recordé que no solo soy publicista, sino que aún soy bailarina, fotógrafa y por encima de todo eso Soy venezolana, y me pregunté: ¿No debería estar yo creando campañas para decirle a lo  venezolanos que IPOSTEL entrega lo mejor o invitando al mundo entero a visitar Venezuela?  ¿No deberían estar firmadas  con un Venezolana todas mis fotos?.... Y llegó la respuesta: En Venezuela el correo no funciona, la infraestructura turística tampoco, los espacio de arte están limitados para los que se venden al gobierno y lo único que se publicita es odio hacia quien piensa diferente, entonces reafirmé mi posición y el 14 de abril El Flaco tiene mi voto, porque yo también quiero un cambio, una sola Venezuela y una ganas locas de volver por las oportunidades que se me quedaron pendientes hace seis años atrás, pero sobre todo, porque a mi  ese país aún duele y aunque esté lejos, tengo un eco que me retumba en el alma,  y... parafraseando a Gledys Ibarra repito “yo tengo un cartoncito plastificado que dice: #YoSoyVenezolana”.