Recuerdo que solía mirarte desde lejos,
casi con miedo, casi imposible, resignada,
vagaba silenciosa y paciente entre los espacios que escasamente dejabas para mis movimientos.
Un día me ignorabas,
al siguiente también,
pero entre tanta desatención extraviaste una mirada
juguetona, despistada, irresponsable,
semejante a un niño impertinente,
de esos que dicen lo que no se debe cuando sus padres no lo observan,
y se te cruzó con alguna otra que yo bien perfilaba a ti desde mi proa.
Te vi destemplarte;
como el perro se sacude el agua luego de un baño intentando quedar seco,
así buscaste retomar tu semblante,
pero no encontraste tan siquiera la manera de recuperar tus ojos,
y en una sonrisa de franca picardía que se asomó desde mi boca
te descubriste corriendo a ciegas hacia espacio que a mi lado esperaba por vos.
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