miércoles, 19 de septiembre de 2007

De mi Cabeza Loca

"Existen dolores soportables, pero hay otros con los que sería mejor no aprender a vivir"
"No hay perfección que valga cuando lo que se busca está en lo imperfecto"

Los Héroes de Bavaria

Todos alguna vez hemos escuchado que alguien dijo algo que otro dijo, pues yo le escuché decir a una amiga que un amigo de ella decía: “¡En este peo alguien va a tener la culpa y ese no voy a ser yo!”, y creo que este dicho tan folklórico encaja perfecto con el Doctor Mauricio García Villegas, Profesor de la Universidad Nacional de Colombia e investigador de DeJusticia, El Centro de Estudios de Derecho, Justicia y Sociedad . ¿Por qué lo digo? Hace unas semanas el diario El Tiempo publicó en sus páginas de opinión un artículo titulado “Los Héroes de Bavaria” y firmado por el antes mencionado. En el texto no se crítica la propuesta de la otrora Cervecera Colombiana Bavaria (ahora de SABMiller) de presentar en la publicidad de la marca Pilsen a la gente de las clases obreras y campesinas, y bien se aclara que el tema no es un reclamo moral por la discriminación, de hecho en el texto se justifica que la empresa es libre de vender su producto a quien quiera. El cuento en el artículo se alarga para al final terminar hablando de, las consecuencias del alcoholismo y no de sus causas, señalando cual dedo acusador a los medios de comunicación de ser partidarios de ello y no cumplir con su función de responsabilidad social al permitirse transmitir y anunciar estas piezas publicitarias y por último le dá bate a quien tenía que darle bate, al responsable de las “escasas” políticas de regulación de uso del bien público que es el espectro electromagnético, sin embargo yo, que vengo del país de los batazos y no de béisbol en asuntitos de regulaciones para el uso de ese bien común, tengo mis discrepancias al respecto.
Sin ser una erudita en el tema, y Dios me libre de serlo, es más que evidente que el consumo de alcohol y para el caso de cerveza no tiene nada que ver con cuanto se anuncie o se deje de anunciar en los medios, sino que miren en Venezuela que desde que se aprobó la fulana ley de responsabilidad social en radio y televisión, estos medios tienen terminantemente prohibido transmitir cuñas de bebidas alcohólicas, sin embargo los niveles de consumo no han mermado, de hecho se han mantenido, y como dato extra he de decir que este país ostenta los primeros lugares de consumo de cerveza de Latinoamérica cerca 80 litros per capita, entonces, es culpa de las cerveceras y de su demoníaca publicidad que se consuma tanto del turbio, espumoso y refrescante liquidito?, no lo creo.
Me voy a poner intelectual, según los especialistas no existe una causa común para el alcoholismo, pero si afirman que hay varios factores pueden desempeñar un papel importante en su desarrollo, la herencia genética, la ansiedad, una depresión en curso, conflictos, baja autoestima; y entre los factores sociales están la disponibilidad del alcohol y la aceptación social del consumo de alcohol, es decir, que este último tiene mucho que ver con un tema de cultura, pero no es allí donde me quiero detener; hago referencia a lo anterior puesto que si bien no veo con buenos ojos la proliferación del alcoholismo en ningún estrato social, tampoco puedo ver con buenos ojos el que muy cómodamente se diga que tal o cual tienen culpa, cuando aspectos como la deficiencia en las escasas estrategias sociales (sobre todo para los estratos bajos) y el desempleo , que si producen ansiedad, baja autoestima y depresión, son responsabilidad de quienes en su cúpula de intelectualidad sacada de un aula universitaria dirigen y asesoran la gestión pública. Señores empecemos a mirar la torre que tenemos delante y nos opaca la visibilidad, ¿hasta cuando la culpa de de otro?.

¿De dónde viene tu nombre?

¿De dónde viene tu nombre? Así dice una canción ochentera de Evio Di Marzo y que a mí, particularmente me gusta mucho. Pero esto no es sobre música sino sobre una pregunta recurrente en mi andar ¿De dónde viene mí nombre? No hay muchas respuestas, pero he aprendido calmar la ansiosa curiosidad de muchos y sobre todo la mía.
De niña me conformé con saber que venía de un texto, pero la curiosidad le puede a una con los años.
Hace algún tiempo, Oscar un cubano encantador que me reconocía los pensamientos se sorprendió al oírme decir, mi nombre es Aymará, mucho gusto, y en un primer intento sólo me dijo… tienes cara de llamarte Aymará y creo que ese día, uno cualquiera de agosto de 1994 se despertó la verdadera curiosidad; hasta ese momento sólo sabía lo que mis padres me habían contado, pero creo que desde allí no fue suficiente.
Debo reconocer que me pareció banal esa expresión de Oscar, sobre todo si venía de un bohemio director de teatro, a corta edad había aprendido de lo astutas que podían ser las palabras que venían de los de su especie, aunque luego descubrí que Oscar no encajaba en el estereotipo.
Pasó un mes, y antes que me despidiera para siempre de mi nuevo amigo cubano sin sabor en el baile, más no en las palabras, recibí un regaló que me adentró en lo que sería una reclamante inquietud de saber de mi yo, lo escuche decir, “Aymará, Aymará, no se si tus padres lo sospechaban, pero ningún nombre encajaría mejor en ti, te llaman Flecha Envenenada y no se si lo sepas, pero eso es lo que significa tu nombre”, luego me dio un fuerte abrazo y ni más, como dice el tango,“Nunca más volvió, nunca más la vi”…
Mis padres, bueno mi madre sobre todo, me había contado la historia que habían sacado mi nombre de un libro, como buenos representantes de la antigua y excéntrica Escuela de Letras de la Universidad de Zulia, de los 60’ y 70’, siguiendo bien el patrón de idealistas, poetas, borrachos y come libros todos, en especial mi padre, que tenía de todo lo anterior no un poco, sino mucho.
“La Gocha”, como solían llamar a mamá en la universidad, por el noviazgo que tenía con mi padre, solía decirme que había extraído mi nombre de un texto que se titulaba “Quince poemas para una mujer que tiene quince nombres”, un compilado con sendos versos titulados con nombres indígenas, cada uno, para una mujer muy particular.
Por muchos años en mi casa me paseé por la que siempre me pareció una aburrida y llena de polvo biblioteca y, algún día que no recuerdo cuando fue mi madre me vió curioseando entre los libros, y con cierto orgullo me mostró “Hasta la Fecha” un obra que Luis Pastori, un aragueño había escrito y de donde había sacado mi nombre. Entre Zadila, Nayandú, y otros más encontré Aymará, “Viajera que Meditas”, así describió Pastori mi nombre.
La curiosidad ha sido una buena compañera en mi vida y el gusanito que me ha llevado a descubrir una que otra cosa y me ha acercado a otro origen de mi alias, resulta que los Aymaras o Aymarás son una tribu indígena de los andes latinoamericanos, que han habitado en Bolivia, Perú y Chile por años; según los historiadores han estado allí por siglos, incluso afirman que dos mil años antes de Cristo.
Hoy que los vaivenes de la vida me han convertido en una nómada come libros, como mi padre, recuerdo a Oscar y veo que tenía razón, no se cuanto de “Flecha Envenenada”, “Viajera que Meditas” o de pueblo ancestral lleve en mí, pero estoy convencida que ningún nombre calzaría mejor con mi naturaleza, con mi esencia.